Videos de colección (Arco revista).
Videos de colección. Un intento de analizar las circunstancias que rodean a la presencia del video en la colección “Fundación Arco” nos lleva irremediablemente a revisar la vida que este soporte ha tenido en el ámbito de las artes. Una vida confusa y borrosa, ignorada durante largos años (1), hasta que el mercado ha dado su visto bueno y las propuestas de algunos ineludibles jóvenes han incluido materiales audiovisuales… Así, vemos cómo el audiovisual se sitúa centralmente en la dislocación del arte con respecto a las instituciones, una “dislocación” de la que habla José Jiménez, al referirse al desencaje de los artistas y del arte más innovador respecto a las instituciones que lo vehiculan públicamente, y en el que las posibilidades de producción de video se han visto siempre sometidas a un limbo complejo, a medio camino entre el modelo de la industria cinematográfica y el sufrimiento de políticas culturales ineficaces, con respecto a las artes plásticas. Como consecuencia de este desajuste, la producción videográfica en el Estado, a excepción de los nombres que a todos nos vienen a la cabeza, no ha gozado de un campo de pruebas digno, ni de un cultivo lo suficientemente fértil ni de la necesaria compensación entre oportunidades públicas y privadas. Y todo esto sucedía mientras el video se integraba explícitamente en el esponjoso panorama internacional de los 90. En esta circunstancia, es preciso recalcar que la primera compra de la Fundación Arco se realiza en 1987 y que hasta el año 1998 no aparece ninguna obra que contenga materiales audiovisuales. Esta primera compra es “Sísifo” ,(1995), de Antoni Abad, una pieza adquirida a la galería Oliva Arauna de Madrid. Nunca más una pieza de video o de videoinstalación aparece hasta la fecha como adquirida a una galería estatal, lo que no deja de ser un dato sobre la falta de sensibilidad de nuestro mercado en lo que respecta al apoyo de este tipo de trabajos. A menudo encontramos en la programación de las galerías o en la propia feria de Arte Contemporáneo trabajos que han sido producidos por instituciones públicas o que se han llevado a cabo en el marco de proyectos o iniciativas independientes. La inmediata mercantilización de estos trabajos arroja algunos interrogantes sobre las relaciones de producción que se dan en este tipo de vínculos y sobre los derechos y deberes que se arrogan cada uno de los agentes que toman parte en estas operaciones. Son cuestiones sin resolver en el mapa de las conexiones entre políticas culturales y el denominado “compromiso” de las galerías, al que se acogen con demasiada frecuencia algunos empresarios. Cuestiones que merecen una actualización urgente para la buena salud del tejido creativo y que deberían servir de encuentro entre las distintas maneras de entender lo que significa la actividad productiva de un artista, que es en definitiva el motor de la actividad económica de este mercado. La limitada pero interesante presencia del audiovisual en la colección nos proporciona una heterogeneidad que pone de manifiesto la tremenda permeabilidad del soporte. De este modo es posible valorar a través de las piezas existentes los diversos accesos mentales de la práctica videográfica, demostrando que es un medio rebelde a clasificaciones genéricas o a encasillamientos de carácter reductivo. El mejor ejemplo es revisar autores y autoras de muy diversa procedencia y con soluciones artísticas también muy distantes. En la obra de la surafricana Candice Breitz, “MA and PA”, (Babel Series, 1999), encontramos algunas de las referencias que Christopher Phillips (2), cita como constantes e n s u t r a b a j o : el m o n t a j e c o m o técnica d e f r a g m e n t a c ión crítica, la c u l t u r a global c o m o fuente de material artístico y el l e n g u a j e c o m o m e t á f o r a de comunicación social. Mark Lewis , canadiense que vive y trabaja en el Reino Unido, trabaja con película de 35m m para producir películas cortas. En ellas presenta una peculiar mirada sobre el “otro lado del cine”, una especie de metalenguaje que atiende a las cuestiones menos visibles del cine, como es el caso del vídeo "Jay´s Garden", (Malibú, 2002), que se centra en las secuencias intermedias de las películas pornográficas. El resultado es un montaje que sigue a los personajes en un jardín de Los Ángeles, una especie de laberinto cuya cara se nos muestra aparentemente angelical: ¿Jardín de las delicias, o de los suplicios?. Este placentero recorrido por bellos jardín es resulta ser el relato de pequeñas ocultaciones e inquietantes desencuentros. El trabajo de Mark Lewis cuestiona la aparatosidad del cine comercial desde su mismo soporte y plantea una desnudez radical del acto cinematográfico; en sus trabajos la historia y el argumento es solamente patrimonio del espectador. (3) Zilla Leutenegger pertenece a la nueva generación de artistas suizos como John Armleder , Sylvie Fleury o Olaf Breuning, para los que las experiencias urbanas son decisivas en su trabajo creativo. A principios de año tuvimos la ocasión de ver una buena muestra de este nueva hornada (en la sala de la Comunidad de Madrid), coincidiendo con su presencia como país invitado en la edición de ARCO 03. En general son obras que pretenden socavar las convenciones culturales y sociales, intentando crear espacios individuales en una sociedad marcada por los media y la pluralidad cultural. Hasta aquí algunas buenas razones para solicitar el visionado público de todo este material, una iniciativa que vendría a aliviar el importante déficit de programaciones estables de video. |
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