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Pinturas Rojas (Txaro Arrázola).

(Los textos se refieren a las imágenes de los cuadros que aparecen en el catálogo)

África / América

1. “La Venus de los trapos” (1967), de Michelangelo Pistoletto, se ha dado la vuelta para buscar unas telas rojas. Está intentando completar a partir de retales un lienzo capaz de ofrecer un enunciado elocuente sin la intervención de la pintura.
En la composición esbozada, los diferentes tintes de las telas han conseguido mantener a distancia todo atisbo de pigmento externo, conservando con orgullo el desgaste por el uso, el deterioro de sus fibras, el deslustre y la erosión.
La condición de despojo de estos paños viejos está variando gracias a la acción combinada del remiendo y la reconsideración de su servicio, que ahora es pretendido por el arte.
No ha hecho falta mas que un carrete de “hilo rojo” para hilvanar nuevas alianzas entre fragmentos aparentemente inconciliables. Como si se tratase de un tejido de citas capaz de componer un nuevo discurso, las telas hablan cada una de sí y conversan con las demás, mezclando fibras de diversa procedencia.
La necesidad de coser estas telas rojas, con todos los matices que permite la determinación de un espectro de color, es reflejo de la necesidad de mantener el equilibrio entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad. Por eso son telas rojas.


2. Hemos visto una camiseta roja hecha jirones en lo alto de un palo que sirve de bandera a una balsa a la deriva. Probablemente aquella prenda nunca pensó en un final así para su existencia en el mundo de las vestiduras.
Como en aquella cita: “Con las sotanas de los curas harán banderas pirata…”, esta camiseta roja forma parte de un plan político.
Se trata de utilizar estratégicamente las posibilidades evocadoras de un trapo venido a más. Se trata de verlo, sí, pero mirándolo durante un poco más de tiempo de lo habitual, o sea, un plan político.
Lo hemos visto en las camisetas de marca vestidas por aborígenes o en la publicidad del taparrabos que lleva el indígena… Paradojas del trapo global.
Ahora esta camiseta roja forma parte de una reunión pública de telas rojas que no componen banderas, conforman mapas (pero) de continentes. Mapas continentales, no mapas políticos. Y eso, más que nunca, es un plan político.


3. Se ha concebido un continente rojo. Las costuras nos son fronteras, son suturas que impiden desprendimientos sociales y que mantienen el tono de cada retal con la conciencia puesta en la compatibilidad y con el disfrute de lo diverso.
El destino de todos estos retales no es único, sino compartido y la alianza de todos estos zurcidos, que se pisan y rezurcen provee de esperanza a los pobladores de este continente cárdeno, que ven cómo al margen de la indolencia de los continentes de otros colores, mantienen su color por encima de tintes impuestos.

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Campamento Rojo

1. El último rayo rojo de la tarde ha convertido el paisaje en espectáculo. La capacidad alusiva de los colores crepusculares ha funcionado una vez más en las sensaciones como una máquina capaz de remover los efectos primarios del deleite y los secundarios de la infelicidad.
Con este cuadro (sintomático), han de tenerse en cuenta las precauciones propias de la conciencia moderna: no implicarse.
Un paisaje de favelas puede ser de una intensa belleza al caer la tarde, no merece la pena ir más allá. Un campo de refugiados puede mantener, a pesar de todo, el sustrato de lo exótico. No merece la pena ir más allá.
La distancia justa, ni un ápice más. La pintura, por suerte, no tiene zoom óptico ni digital. No puede uno llegar hasta las personas. Así está mejor el paisaje, sin personas, sin retratos, sin historias…
El paisaje rojo, evocador y sugestivo por defecto, nos pone en la situación del perfecto espectador, aquel que no va a mirar en ningún caso más allá del efecto controlado por la técnica.
Ninguna inocencia tras este planteamiento pictórico, que sitúa al espectador ante un cuadro llamándolo espectador y tratándolo como tal.
Diagnóstico: espectador.

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Chabolas rojas

1. ¿De qué tipo de paisaje estamos hablando cuando vemos un horizonte de chabolas?
Seguramente de un paisaje injusto. Pero ¿cómo puede un paisaje tener valores o vergüenzas, más allá de la pintura que lo representa?. ¿Qué tipo de pintura se obstina en procurar la turbación del ánimo en un tiempo de arte ensimismado, en un tiempo enemistado con la justicia?

2. “Existe una enemistad entre pobreza y justicia, ya que la pobreza tiene que desaparecer para que exista la justicia; y existe enemistad entre justicia y caridad, ya que, si la pobreza no existiese, ¿quién necesitaría la caridad?
Como podría el creyente practicar la caridad (judía, cristiana, musulmana, budista, taoísta) si desapareciese la pobreza ?. La respuesta a esta pregunta es que al pobre hay que mantenerlo vivo pobre” (*)

3. Este paisaje es el mismo en el Norte que en el Sur. Es el mismo que hace un siglo.
Son sus habitantes quienes van cambiando y quienes van aumentando el horizonte del paisaje.
Sonroja pensar en los materiales con los que en el futuro se construirán estas mismas chabolas.
Quizá el rojo que ahora predomina se intensifique, adquiriendo el tono de urgencia que ahora pasa inadvertido. Quizá el rojo se intensifique hasta la alarma.
Quizá tras la alarma todo vuelva a ser blanco y negro.


(*)”Viaje al corazón de la bestia”, de José Iglesias Fernández y otros.. VIRUS Editorial. Barcelona. Nov. 1999

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Last Stop. In memoriam


“En un instante pasaremos por el umbral del mundo a una región…llamadla como queráis: negación del lenguaje, desierto, muerte, o quizás más simple: el silencio del amor”.
Vladimir Nabokov

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Lur Erreta


1. Hay cuadros que conectan con cierta tradición pictórica y que no tienen por qué tener una intención tradicional en su resultado. Hay momentos en la obra, momentos que son cuadros concretos, que se convierten en túneles del tiempo, en artefactos capaces de recoger una embocadura que conecta con las marcas atemporales de la pintura.
Más allá de la aliteración de claves, procedimientos y trucos, o del simple recordatorio formal, hay momentos de conexión con el tiempo propio de pintar.


2. Si es difícil tratar con un cuadro que no presenta credibilidad, es más difícil referirse a una obra que tiene tras de si una línea genealógica que se remonta en el tiempo con el arraigo de lo histórico. Porque ya no se puede hablar de imágenes, porque se hace imposible hablar de meras sugerencias.
Es preciso hablar entonces de los requisitos que lo han hecho posible.


3. Hemos pensado al ver este cuadro en lo apocalíptico de “El triunfo de la muerte”, de Pieter Bruegel el viejo, en antiguas láminas de batallas navales, en el dramatismo más pavoroso del barroco…
Pero a continuación hemos visto todas esas sensaciones en la imaginería del horror que todos los días pasa por nuestros ojos, por nuestras manos. Este cuadro nos ha conectado al momento con esa tradición pictórica de lo brutal, con ese “deber moral” que siempre se ha arrogado la pintura y que es un lastre del que siempre intenta librarse en su camino hacia lo ideal.
Como si fuera una penitencia, como si pudiera limpiar conciencias o enseñar el camino recto…
Como si pudiera hacer algo por sí misma…


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Ondorioak-Las consecuencias

1. El tema ha quedado fuera de campo, fuera de nuestra percepción. Solo vemos el efecto rojo de una sacudida que parece ha hecho vibrar todos los alrededores de este cuadro. No hay más datos que las calidades de un color que desde el incendio hasta el calcinamiento compone una cortina de inquietud y aflicción.
Las cenizas suspendidas en el aire forman una densa nube cuando el fuego se va retirando. Se ve todo lo que se ve y esto, nos impide ver la escena.

2. La trama pictórica se presenta aquí, como en sus mejores exponentes, llevándonos a pensar en aquello que queda detrás de la pintura, en los alrededores de este cuadro.
La trama pictórica en su sentido técnico, como urdimbre de pinceladas sobre urdimbre de tela, pero también en su sentido literario, como el enredo de una obra dramática, nos lleva a pensar en el paisaje que quedará una vez despejada la nube, nos lleva a preguntarnos por las consecuencias.

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Polvorín 1 y Polvorín 2

1. Desorden. Esa es la única idea capaz de ordenar todo este repertorio de paisajes realizados “a la contra”, un estimulante desorden, una especie de dulce seducción por el caos…
Parece un montón de piedras, un montón de escombros en medio de la ciudad. Parece ser el paisaje tras un bombardeo, pero puede tratarse de la urbanización de un nuevo barrio, de un movimiento de tierras, de obras públicas…
La imagen del desorden es capaz de concitar la inquietud necesaria para variar la mirada sobre el paisaje que tenemos delante. Ahora hay que mirar el por qué de un paisaje reventado, la significación de un panorama tan inestable y los efectos de una pintura enfrentada a la destrucción, tensando hasta el extremo el juego de contrarios: la creación y su reverso.


2. Parece pertinente preguntarse entonces hasta qué punto habita la destrucción y la violencia en nuestro entorno inmediato. Tomando formas diversas, bajo apariencias distintas, camuflada en buenos modos y hábitos de convivencia, está siempre “ahí detrás”, cuando no pegada a nuestro ojo vago.
La imagen de este cúmulo de escombros podría ser, más que un paisaje, el retrato de nuestro tiempo, una especie de desconcierto normalizado que permanece oculto para quien anda demasiado distraído. La imagen de este paisaje desordenado nos devuelve la atención sobre la circunstancia que nos rodea, sobre lo violento que puede resultar descubrirse a uno mismo distraído.
Más allá de una posición estática, contemplativa y que materializa un dominio sin posesión, nos preguntamos al ver estos paisajes por las causas que los han transformado.


3. Algo nos está diciendo que ese paisaje no era así. Pero no podemos aventurar qué clase de movimiento argumental precisa una solución como la que creemos entender.


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S/T

1. Paisajes todos del desorden, del momento robado al desbarajuste, cuando ya no hay posibilidad de apelar a las artes poéticas, cuando todo está a punto de volver a reventar, porque el silencio que deja es insoportable.

2.
“En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado…Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas.”

“Genealogía del fanatismo”. (en “Adiós a la filosofía), E.M. Ciorán

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