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Bruja Blair.

"El proyecto de la bruja de Blair"
("Blair´s britch project", Daniel Myrick y Eduardo Sanchez.; EEUU; 1998).
Fito-Arturo Rodríguez
(publicado en la revista "Banda Aparte"; ediciones "La mirada")

En la primera sesión de la tarde, durante la proyección de "El proyecto de la bruja de Blair", el ambiente era especialmente extraño, como de un flotante y celebrado nerviosismo...
Con una introducción de este tipo, podría pensarse en una preparación preliminar, en la creación de una ambiente previo a la lectura de estas letras.
Esa es una de las bazas fundamentales de este "proyecto", ("El proyecto de la bruja de Blair").
Hay en esta película una inédita y eficaz promoción de un producto que juega con el marchamo de subproducto, pero que utiliza de modo casi perverso canales paralelos de seducción a modo de "lanzamiento". Una promoción que vende la pelicula como "de culto", sin dejar que el tiempo le otorgue esa distinción. Un modo de promocionar que en el fondo está hablando de "rentabilidad financiera" presentándonos la mágia de esta industria, en donde todavía son posibles milagros de este tipo.

Para empezar, la obra se nos presenta como un proyecto, una idea esbozada, una intención que sólo es mostrada como documento de lo que pretendía ser una película documental, quizá una narración de corte terrorífico. Pero el proyecto no pudo ser, veremos solamente datos, recortes de aquel intento. Sabemos a través de lo visto, que la intención era hacer una modesta película, pero este extremo no está del todo claro.
Este juego, este "fake" (como aquel falso documental de Welles), es en realidad la verdadera trama de esta extraña producción. Iba a decir inclasificable, pero lo cierto es que el propio "fake" puede ser entendido como género, si es que hablar de generos sigue siendo vigente a estas alturas. (es vigente ahora para entendernos).

Volviendo a la sala de proyección, la gente hablaba con su acompañante, pedía silencio, se movía y distraía como si estuviera de forma natural ante la televisión, ante el visionado de la grabación doméstica del fin de semana en el monte.
(o quizá creyendo que asistirían a una película de terror con gore entre palomitas...).
Ese tenso y pendulante desprendimiento del factor espectacular, el hecho de intentar desestabilizar el dispositivo propio de la proyección, es lo que convierte a este proyecto en un experimento límite, en el que más allá de soportes y soluciones se incide sobre las responsabilidades actitudinales del espectador.
El resultado es intencionadamente incomodo de ver, es poco agradable en su factura, (enerva, aburre, todo a la vez), poco fino en su propuesta de montaje, en la textura de las imágenes y es por ello que ese público que se mueve en su silla y habla, pasa del tedio a la tensión en estado puro sin escenas excesivas, sin alardes, con los jadeos y la cámara loca como único efecto especial.
Finalmente, en el desconcierto progresivo, se rompe toda referencia de esquema y el público no sabe cómo aceptar el influjo de esta brujeria.
En realidad lo que hace la película es no presentar el objeto del enorme miedo que se observa sino que espera que sea el espectador el que rellene este vacío con los miedos que conoce de su propia experiencia, pero sólo logra este objetivo a medias.
La confusión que logra el discurso podía haber sido su mayor logro, si bien existe relativa eficacia en el trabajo de construcción atípica de thiller, basándose para ello en la transmisión de angustia abstracta y creciente según la película se adentra en el desorden de la narración.
Con la narración ya rota, el desenlace, la preparación a la ausencia de un desenlace, se precipita en un absoluto caos que se transmite, formando parte de los elementos que propiciarán el desconcierto final con el que la pelicula nos cuestiona algunas cosas.
Al menos, al salir y pensando en positivo, podemos reflexionar sobre nuestra responsabilidad y criterio como receptores, sobre el inmenso peso de veracidad otorgado a la imagen en movimiento por nuestra sociedad; por el mismo precio podemos situarnos frente a cuestiones relativas a generos y estilos y también darnos por avisados sobre la complejidad contemporánea en cuanto a pirotécnia promocional.

En realidad no hay nada estrictamente nuevo en "El proyecto...". Desde la tradición documentalista hasta la televisión basura en su vertiente más casposa, pasando por hibridaciones de ficción/no ficción, el trabajo desde la objetividad se complica cada vez más en el propio proceso de identificación con lo denominado "virtual" al que se nos somete desde el "gran teclado". Pero el proceso no aporta profundidad en la objetividad, sino que el espectáculo cobra fuerza en este terreno, despegándonos de aquella función de la imagen en movimiento que teníamos por "heroíca".

El amigo americano de dogma, no le llega ni a la altura de los zapatos, pero le gana en taquilla; Ni el talento, ni la aportación al cine de películas como "Festen" o "Mifune", pero un buen "proyecto" puede jugar a ser obra...

¿¿Tendremos que ver todavía el "makin´off" de esta película para asegurarnos de que cabe otra vuelta de tuerca??.

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