El “Making off” como material de trabajo. (Sobre producción, distribución y difusión).
Publicado en ZEHAR nº59 Escribir sobre lo que aquí escribo significa observar, verificar y contrastar aquellas cuestiones que han organizado nuestro trabajo en los últimos años. Tres cosas. Si esta proyección pivota en gran medida sobre los tres ejes citados, que a su vez se apoyan en soportes propiciados por el contexto: sociológico, ideológico, político, parece necesario aceptar que las contaminaciones y los contagios constituyen una característica central de los discursos que el arte genera. Una complejidad, que vuelve a hablarnos de la necesidad de trabajar en muy diferentes niveles, de forma oblicua, a veces desde una abrumadora responsabilidad y con una necesaria comprensión de las relaciones de fuerzas que ofrece todo este horizonte.
Encontraríamos así la idea de producción ligada al cambio de paradigma, a toda una nueva atmósfera crítica que ha reflexionado sobre lo que significa el trabajo en la actual era postfordista y que ha mostrado cómo tres tipos de acción: trabajo, política y arte, que antes se mostraban inconexas coinciden ahora en una misma actitud, siendo esenciales en todo proceso productivo. A continuación, entenderíamos la distribución como una actividad vinculada a la idea de “visibilidad”, a la capacidad de “llegar” y a la ansiada conquista de la mirada. En muchos casos es precisamente en la distribución donde finaliza la propuesta artística ya que es esta visibilidad la que gobierna el escenario y acapara los focos. Intentando completar la secuencia, se podría entender la difusión como una suerte de “emisión”, un “echar hacia fuera” el mensaje. Es aquí donde ese mensaje que fue inscrito en el proceso de producción y que viajó en el soporte o por el medio que fuera, surge, se desenvuelve, se proyecta. Se podría decir que la difusión correspondería entonces al estadio más elevado de esta secuencia, ya que significa acceder a ciertos canales, frecuencias, circuitos, pistas, programas, pero además, significa utilizarlos para hacer progresar el contenido de la propuesta más allá de las mentes que le dieron forma. Discontinuidad. La discontinuidad como material de trabajo puede resultar también provechosa siendo un fin en sí mismo. La infiltración, el camuflaje, así como diferentes estrategias y tácticas podrían desde el planteamiento de un proyecto cuestionar este concepto de serie o de frecuencia al subvertir el orden de los factores o al integrarlos como propuesta unitaria. Subyace así, en algunas propuestas surgidas desde el arte, una lógica reserva a caer en funcionamientos mecánicos que conduzcan al marketing o a la mercadotecnia, cuando no una irresistible fascinación por este tipo de relaciones, que acaban entregando el proyecto a la actividad meramente empresarial. Este es el deslizante piso en el que algunos nos hemos visto patinando en ciertas ocasiones por más que estuviéramos advertidos. Hemos circulado con la necesidad de dar a conocer un trabajo, pero con la precaución de no ser un “producto” más. Queriendo mantener el sello cultural o artístico de nuestro trabajo pero mirando de reojo la distribución comercial. Nos han conducido las ganas de llegar lo más lejos posible pero sin saber en qué vehículo hacerlo y nos ha impulsado la urgencia por emitir (por transmitir) pero sin antes haber sabido llegar. Antideslizantes. Y de este modo, cuando lo creíamos ya “superado”, la atención recae de nuevo en el objeto. Otro objeto, es cierto, desprendido de auras aunque no exento de cánones, pero objeto al fin y al cabo, que a partir de su característica reproductible, obliga ya desde la puesta en marcha del proceso de producción a pensar en su viaje, en su llegada, en su eyección transmisora… La experiencia nos obliga a pensar en una red “tensa” que haga suya la secuencia de producción, distribución y difusión. Alexis Vaillant refiriéndose a la obra de Matthieu Laurette dice: Esa emanación, quizá utópica, en la que se confundiera el mensaje emancipador con el medio utilizado y que mezclara hasta identificarlas calidad creativa y eficacia de recepción, vendría a resarcir en buena medida al proyecto artístico del desfase que acarrea con respecto a los medios de comunicación de masas. Sin duda es sobre la esencia misma del espacio de difusión sobre la que hay que trabajar porque como dice Franco Berardi, “Bifo”: “La comunicación no es un instrumento de la acción política, sino la acción política misma”, pero no podemos olvidarnos de que hay que hacer llegar un paquete y desenvolverlo. -- Arturo f. Rodríguez Bornaetxea es miembro de Fundación Rodríguez. |
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